jueves, 29 de marzo de 2012

256

Llegaste un día y tocaste en la puerta de mi casa con una sonrisa de oreja a oreja, causando que tus ojos detrás de los anteojos se cerrara un poquito, me dijiste hola y yo te dejé pasar a la sala de espera aun sabiendo que no estaba en condiciones de visitas, pero me agrado la tuya y de vez en cuando me venias a visitar, poco a poco te dejé pasar hasta la cocina, juntos fuimos adornando mi casa, te deje poner algunos adornos en el interior que no eran de mi agrado, por lo menos no del todo, pero viniendo de ti podía aceptar cualquier cosa, me ayudaste a expandir las paredes de mi casa y las pintamos de tus colores, poníamos música de los discos que me regalaste, colgamos fotografías que nos tomamos y no te dabas cuenta que mi casa ya era tuya, era de los dos, tu querías escuchar que yo te lo dijera y al no escucharlo, un día saliste por la puerta de atrás sin que yo me diera cuenta, cuando te fui a buscar ya no querías entrar, logré convencerte un rato pero ya no era igual, hasta que un día al no sentirte cómoda en mi casa decidiste entrar con alguien mas sin que me diera cuenta y empezaste a destruirlo todo, la canciones, las paredes, los adornos, las fotografías, dejaste mi casa en ruinas y cuando me di cuenta, no lo podía creer, yo sabía que eso podía pasar, me dijiste que no te gustó como había quedado todo, que te ibas con tus colores a adornar otro lugar, me enojé conmigo mismo por dejarte entrar en primer lugar, no contigo, aun que después de esto ya no quería ni ser tu amigo, después regresaste para visitar y ver como iba todo, pero por todo lo que había pasado yo ya no podía confiar… a lo mejor después de un tiempo te pueda dejar entrar a visitar mi nuevo hogar.